Philip Booth
Asomarse al miedo
Es un relato que cuenta que un tigre perseguía a un hombre, y el hombre, para escapar, saltó por un precipicio. Por fortuna, pudo agarrarse a un árbol que crecía en el borde del precipicio. El hombre, estaba asido con un brazo a una rama, suspendido sobre un abismo de peñas agudas a cientos de metros por debajo y con el tigre rondando más arriba, grito desesperado:
– ¡Socorro! ¡Que alguien me ayude!
Y una voz le respondió:
– ¿Sí?
El hombre gritó:
– Dios mío, Dios mío, ¿eres tú?
– Sí – dijo la voz de nuevo.
El hombre, aterrorizado, dijo:
– Dios mío, haré lo que sea, pero ayúdame; ayúdame, por favor.
– De acuerdo – respondió Dios -. Lo único que tienes que hacer es soltarte.
El hombre calló un momento y volvió a gritar:
– ¿Hay alguien más?
Ante el miedo, lo que menos estamos dispuestos a hacer es soltarnos de lo que nos parece que es nuestra tabla de salvación.
Dejarse caer en el miedo, aceptarlo, puede parecer paradójico. Pero como el miedo es parte intrínseca del hecho de estar vivos, resistirse a él equivale a resistirse a la vida.